Una irlandesa católica que tenía muy mala salud se desplazó a Francia con la intención de visitar la famosa ermita de la Santísima Virgen María de Lourdes. El manantial que allí mana es conocido por su poder de realizar curaciones milagrosas.
La mujer se cansó mucho de tanto esperar en la gruta antes de que empezara la bendición de los enfermos. Y, en vista de que había una silla de ruedas vacía entre la multitud de peregrinos, se sentó un rato a descansar.
Cuando por fin se le acercó el sacerdote que estaba bendiciendo a los enfermos, la mujer se levantó de la silla.
Cuando la vieron levantarse, la gente empezó a gritar que era un milagro.
La multitud se agolpó alrededor de ella y empezó a empujar, llevada por el deseo de tocarla. En medio de aquella agitación, y entre tantos empujones y tirones, la mujer se cayó y se rompió una pierna.
De modo que volvió de Lourdes con una pierna rota.
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