jueves, 7 de enero de 2016

Bloody Mary

Hubo una época en la que, por los pocos avances médicos, cuando la gente entraba en coma les daban por muertos. Esa gente en estado de coma era enterrada viva y al despertar enterrados vivos arañaban y luchaban por salir de la tumba, pero al estar a varios metros bajo tierra nadie les oía y morían luchando por escapar de su tumba. Para evitar estos accidentes se colocaban campanas al lado de la tumba, y de las campanas salía una cuerda que iba hasta el dedo del supuesto muerto, para que si se despertaba, pudiera pedir ayuda. Por ello siempre se quedaba alguien velandoal recién muerto.
Esta es la historia de Mary, quién con solo 16 años, sufrió un grave accidente, y murió.
Sus padres la enterraron y siguieron el ritual de la campana. Siendo pleno invierno decidieron que lo mejor era esperar dentro a oír la campana.
 Hacía mucho viento y la campana no paraba de sonar, la madre de Mary no hacía más que salir a comprobar si era el aire o su hija pidiendo ayuda. 
Al final, el padre, temiendo perder a su esposa por el frío, desenganchó el badajo de la campana para que dejara de sonar y su esposa dejara de salir esperando poder volver abrazar a su hija.
Por la mañana, al salir al patio, encontraron la campana tirada en el suelo, y la cuerda que iba hasta ella prácticamente en la tumba. Mary había  despertado en mitad de la noche y había estado intentando hacer sonar la campana, pero al quitarle el badajo sus padres no pudieron ir a socorrerla. 
Desenterraron el ataúd a toda prisa y, al abrirlo, encontraron a Mary. Estaba totalmente cubierta de sangre, la tapa del ataúd estaba arañada, y Mary no tenía uñas, se las había destrozado intentando huir del ataúd. Desde entonces, la leyenda cuenta que si dices Bloody Mary tres veces frente a un espejo, suena una campana que anuncia que Mary va a por ti, a robarte la vida que ella habría tenido, y que se aparece en el espejo justo detrás de ti. 

martes, 8 de abril de 2014

La leyenda de la Llorona

La Llorona es un espectro del folclore hispanoamericano que, según la tradición oral, se presenta como el alma en pena de una mujer que asesinó o perdió a sus hijos, busca a estos en vano y asusta con su sobrecogedor llanto a quienes la ven u oyen. Si bien la leyenda cuenta con muchas variantes, los hechos medulares son siempre los mismos.


En las altas horas de la noche, cuando todo parece dormido y sólo se escuchan los gritos rudos con que los agricultores avivan la marcha lenta de sus animales, dicen los campesinos que allá, por el río, alejándose y acercándose con intervalos, deteniéndose en los frescos remansos que sirven de aguada a los bueyes y caballos de las cercanías, una voz lastimera llama la atención de los viajeros.
Es una voz de mujer que solloza, que vaga por las márgenes del río buscando algo, algo que ha perdido y que no hallará jamás. Atemoriza a los niños que han oído, contada por los labios marchitos de la abuela, la historia enternecedora de aquella mujer que vive en los establos, interrumpiendo el silencio de la noche con su gemido eterno.
Era una pobre campesina cuya adolescencia se había deslizado en medio de la tranquilidad escuchando con agrado los pajaritos que se columpiaban alegres en las ramas de los árboles. Abandonaba su lecho cuando el canto del gallo anunciaba la aurora, y se dirigía hacia el río a traer agua con sus tinajas de barro, despertando, al pasar, a las vacas que descansaban en el camino.
Era feliz amando la naturaleza; pero un día que fué a la casa de la familia del su jefe en la época de verano, la hermosa campesina pudo observar el lujo y la coquetería de las señoritas que venían de la ciudad. Hizo la comparación entre los encantos de aquellas mujeres y los suyos; vio que su cuerpo era tan vibrante como el de ellas, que poseían una bonita cara, una sonrisa trastornadora, y se dedicó a imitarlas.
Como era hacendosa, su jefa solo durante las vacaciones la contrató y la llevó a la capital donde, al poco tiempo, fue corrompida por sus compañeras y los grandes vicios que se tienen en las capitales, y el grado de libertinaje en el que son absorbidas por las metrópolis. Fue seducida por un jovencito de esos que en los salones que, con frecuencia, amanecen completamente ebrios en los burdeles. Cuando supo que iba a ser madre su ama la despidió, y tuvo que volver a su casa. A escondidas de su familia dio a luz a una preciosa niñita que arrojó enseguida al sitio en donde el río era mas profundo, en un momento de incapacidad y temor a un padre que se desentendió, o una sociedad que actuó de esa forma, repudiándola como si fuera una ramera. Después se volvió loca y, según los campesinos, el arrepentimiento la hace vagar ahora por las orillas de los riachuelos buscando siempre el cadáver de su hija que no volverá a encontrar.
Se cuenta que, en el aniversario de su muerte, la Llorona visita el pueblo donde vivió durante la noche, buscando a los niños que no están en su casa, en sus camas, para sustituirlos e intentar mitigar el dolor de lo que hizo.
Los viajeros aseguran que, cuando en callada noche atraviesan el bosque, los ruidos de aves quejumbrosos, desgarradores y terribles les paralizan la sangre. Es la Llorona que busca a su hija...

La leyenda del hilo rojo del destino.


El Hilo Rojo es una creencia tradicional en Asia Oriental, presente en la mitología china y en la japonesa, entre otras. Cuenta que entre dos o más personas que están destinadas a tener un lazo afectivo existe un «hilo rojo», que viene con ellas desde su nacimiento. El hilo existe independientemente del momento de sus vidas en el que las personas vayan a conocerse y no puede romperse en ningún caso, aunque a veces pueda estar más o menos tenso, pero es, siempre, una muestra del vínculo que existe entre ellas.


Una de las leyendas sobre este hilo rojo cuenta que un anciano que vive en la luna, sale cada noche y busca entre las almas aquellas que están predestinadas a unirse en la tierra, y cuando las encuentra las ata con un hilo rojo para que no se pierdan.
Pero la leyenda más popular y la que se recita en casi todos los hogares japoneses a los niños y jóvenes es ésta:
Hace mucho tiempo, un emperador se enteró de que en una de las provincias de su reino vivía una bruja muy poderosa, quien tenía la capacidad de poder ver el hilo rojo del destino y la mandó traer ante su presencia. Cuando la bruja llegó, el emperador le ordenó que buscara el otro extremo del hilo que llevaba atado al meñique y lo llevara ante la que sería su esposa. La bruja accedió a esta petición y comenzó a seguir y seguir el hilo. Esta búsqueda los llevó hasta un mercado, en donde una pobre campesina con una bebé en los brazos ofrecía sus productos. Al llegar hasta donde estaba esta campesina, se detuvo frente a ella y la invitó a ponerse de pie. Hizo que el joven emperador se acercara y le dijo : «Aquí termina tu hilo», pero al escuchar esto el emperador enfureció, creyendo que era una burla de la bruja, empujó a la campesina que aún llevaba a su pequeña bebé en brazos y la hizo caer, haciendo que la bebé se hiciera una gran herida en la frente, ordenó a sus guardias que detuvieran a la bruja y le cortaran la cabeza. Muchos años después, llegó el momento en que este emperador debía casarse y su corte le recomendó que lo mejor era que desposara a la hija de un general muy poderoso. Aceptó y llegó el día de la boda. Y en el momento de ver por primera vez la cara de su esposa, la cual entró al templo con un hermoso vestido y un velo que la cubría totalmente… Al levantárselo, vio que ese hermoso rostro tenía una cicatriz muy peculiar en la frente.

jueves, 4 de agosto de 2011

Mi hermana Sarah

Hola, me llamo Núria.

Hace tres meses perdí a mi hermana pequeña Sarah en un accidente de coche, desde entonces cada día recordaba su precioso pelo negro como el azabache, largo y liso, sus ojos azul cielo y su sonrisa. Hace tiempo que no lo hago, cada mañana voy a su tumba a llevarle un ramo de rosas y pedirle que regrese a mi lado.
Hace dos días me quedé sola en casa, eran las doce de la noche cuando llamaron a la puerta. No esperaba ninguna visita, pero aún así fui a ver quien era. Abrí la puerta y casi me muero de la impresión. Allí, parada frente a mi estaba mi hermana Sarah, demacrada y blanca, pero viva al fin y al cabo. Mis plegarias habían sido respondidas, mi hermana volvía a estar a mi lado al fin. Con los ojos llenos de lágrimas me lancé a abrazarla, desesperada. Con un gesto de la mano me paró en seco.

-No se te ocurra tocarme, no me preguntes nada. He vuelto porque me lo has pedido, ahora deberás seguir mis reglas.

Me resultó extraño, pero dado que había conseguido que Sarah regresara nada importaba. Entró en casa y se sentó en su sillón favorito.

-Tráeme una bola de lana y unas agujas de hacer punto.- Ordenó.

Se las di y ella empezó a tejer, al principio lentamente y después de forma más frenética. Con autentico pánico vi como empezaban a despendérsele trozos e piel de la cara, pedazos de carne de su pálida mejilla.

Así contemplé durante horas ella tejiendo y yo observando como lo hacía mientras se consumía. Al fin, harta de ver aquella macabra escena y con los nervios crispados por el sonido de las agujas al tejer que era lo único que se había oído desde que llegó, a parte del tick-tack del reloj, me lancé sobre ella para quitarle las agujas de las manos....

A las nueve de la mañana entró en casa la señora de la limpieza, sé que nunca olvidará lo que vio aquel día con total certeza. En el suelo, en medio de un enorme charco de sangre estaba mi cuerpo, con el cuello atravesado por dos agujas de tejer, y en el sillón el cadáver putrefacto de mi hermana Sarah, sentado con lo que parecía ser una manta de lana llena de sangre.

Muchas personas pensaron que no había aguantado el dolor de perderla y que, después de desenterrarla, me había suicidado para poder estar con ella para siempre.

Ahora sabéis lo que pasó.

Núria.

La chica de la curva

Cuentan que esto sucedió en una noche de niebla espesa, en las curvas de Garraf (una sucesión de curvas cerradas y muy peligrosas), cuando aún no existía la autopista que atraviesa las entrañas de la montaña.

Era una noche cerrada, la lluvia y la espesa niebla impedían la visibilidad, haciendo que la carretera tuviera un manto de blanca bruma sobre el asfalto, impidiendo ver a más de 5 metros del coche.


Un hombre iba conduciendo su coche por las curvas, deseoso de llegar a casa y reencontrarse con su familia después de un largo día de trabajo.

Antes de coger una de las curvas vio a una joven autoestopista, una chica rubia, pálida y demacrada, con un largo vestido blanco manchado de barro y desgarrado, mojada por la lluvia. Al verla así, frenó y se ofreció a llevarla al pueblo más cercano donde podría asearse y llamar a quien pudiera llevarla a casa. La chica se negó a subir en el asiento del copiloto, sentándose en uno de los asientos traseros

Durante el trayecto fueron hablando de trivialidades, cuando, poco antes de unas curvas la joven le advirtió que debía reducir la velocidad hasta ir a paso de peatón. El hombre, desconcertado, pregunta por qué debería reducirla tanto.

-Porque hace años, en una noche como esta, al coger esa curva me maté yo.

El hombre, totalmente asustado se giró para mirarla pero ya no está, en el lugar donde ella había estado se encontró con el asiento mojado por sus ropas y el suelo del coche manchado de barro.

A la mañana siguiente llamaron a su esposa para que identificara el cadáver de un hombre que se había estrellado esa noche en una de las curvas de Garraf. Su marido.

Cuentan que en las noches de lluvia la chica se aparece para advertir a los conductores y prevenir accidentes,  y quien comete el error de asustarse y no obedecer, muere en un trágico accidente de coche.

Fred y su hermana.

Esta historia me la contó mi amigo Fred, cual es cierta ya que la sufrió en sus propias carnes.

Mi amigo Fred tenía una hermana, Silvia, eran uña y carne. Desde pequeños dormían juntos, ya que ambos tenían miedo a la oscuridad, y durmiendo juntos se sentían más seguros. Cuando crecieron y cumplieron ella 19 años y él 17 continuaban compartiendo cama, no por temor sino por costumbre.

Un viernes por la noche Silvia salió con su novio, Álex, a tomar unas copas y bailar a la discoteca del centro donde solían ir cada viernes. Cuando Álex llegó Silvia salió corriendo a saludarle, se montó en su moto y, juntos, se fueron a divertirse.

Fred se quedó en su habitación terminando un trabajo de filosofía para no tener que preocuparse en todo el fin de semana. Alrededor de las tres y cinco de la mañana escuchó a su madre levantarse e ir a la habitación.

-Freddy, ¿ha llegado ya tu hermana? Esta niña... ¡cada día vuelve más tarde! Freddy,  ¿crees que le puede haber pasado algo?

-Mamá, siempre estás igual, todos los viernes montas el mismo número. Tranquila, seguro que se han entretenido o está divirtiéndose tanto que ni siquiera sabrá que hora es. Cómprale un reloj, así seguro que no tendrá excusa.- Contestó Fred.

Su madre se quedó más tranquila al escuchar eso, sonrió y se fue a dormir.

A las cuatro y diez, con el trabajo ya terminado, Fred se dispuso a acostarse. Tardó en dormirse, pero cuando estaba quedándose dormido algo le despertó. Miró hacia la puerta de su habitación y, pese a la oscuridad, pudo distinguir claramente la silueta de su hermana.

-Vaya, por fin. Mamá estaba muy preocupada por ti.- Le dijo.

Su hermana, sin contestar, se metió directamente en la cama a su lado. Con lo cansado que estaba Fred no tardó ni un minuto en quedarse profundamente dormido, pero antes de dormirse miró el reloj, eran las cuatro y veintisiete de la mañana.

Al despertarse por la mañana estaba solo en la cama y, pensando que su hermana se habría levantado antes que él, bajó sonriendo hacia el salón. Al llegar vio a sus padres sentados en el sofá abrazados y llorando.

-¿Qué ocurre?- Preguntó desconcertado.

-¿Que qué ocurre? Hijo mio anoche mientras dormíamos Silvia y Álex tuvieron un accidente de moto, y fallecieron en el acto a las cuatro y veintisiete de la mañana.- Contestó su madre.

No podía creerlo, él la había visto, a esa misma hora entrando en la habitación y metiéndose en la cama con él. ¿Quién si no podría haber sido?

Se que Fred está destrozado aún por la muerte de su hermana, pero lo pasa aún peor cuando, cada viernes, su hermana Silvia se mete en su cama a dormir a las cuatro y veintisiete de la mañana.

La Ouija

Era noche cerrada y, estúpida de mi, no tenía otra cosa que hacer que ir con mis amigos a una casa abandonada.


Me llamo Susan y vivo en un pequeño pueblo apartado de la civilización. Esta noche hemos salido solo, para hacer la ouija y conocer a la mujer que vivió en esa casa hace muchos años y que, según dicen, llevaba ahí a los niños que secuestraba para asesinarlos.

Como iba diciendo, era noche cerrada y no estaba tranquila con lo que íbamos a hacer. Al entrar en la casa me sentí mas intranquila todavía, todo ese polvo, las telarañas. Colocamos la mesa de modo que pudiéramos sentarnos todos a su alrededor.

-Dicen que si la llamas te mata.- Comentó Iris.

-Deja el tema, ya tenemos bastante asustada a Susan.

Los ojos de Seth estaban posados sobre mi y me miraba casi con lástima. Eso me molestó y no poco, así que  me puse recta, levanté la barbilla orgullosa y saqué las velas de mi bolso.

Una vez colocados empezamos a llamarla, al principio nada pero luego el puntero de la ouija empezó a moverse.
"Q U I E N  M E  P E R T U R B A"

Y así empezó la sesión, la tensión y la certeza de que algo iba a ocurrir me llenaban el corazón y solo quería irme a casa. Pero entonces André empezó a reírse, primero por lo bajo y, luego fueron carcajadas que podrían haberse oído desde fuera de la casa como estando a su lado.

-No te rias, la vas a hacer enfadar.- Le regañé.

-Venga, está claro que lo está moviendo alguno vosotros. Simplemente me río de las caras de panolis que teneis.

-André, ninguno estamos moviendo nada.

Entonces el puntero volvió a moverse y todos, excepto André que seguía riéndose como del mejor chiste del mundo.

"M U E R T E"

Todos nos giramos hacia André para hacer que parara. De pronto una brisa empezó a soplar y, antes de que ninguno pudiéramos hacer nada, una cuerda que había estado al lado de la chimenea se alzó en el aire y en menos de 5 segundos colgó a André de una viga del techo partiendole el cuello en el acto.

Mientras los demás intentaban bajar el cadáver de André observé horrorizada el tablero, donde el puntero seguía moviéndose solo.
" S E R E I S  L O S  S I G U I E N T E S"