Cuentan que esto sucedió en una noche de niebla espesa, en las curvas de Garraf (una sucesión de curvas cerradas y muy peligrosas), cuando aún no existía la autopista que atraviesa las entrañas de la montaña.
Era una noche cerrada, la lluvia y la espesa niebla impedían la visibilidad, haciendo que la carretera tuviera un manto de blanca bruma sobre el asfalto, impidiendo ver a más de 5 metros del coche.
Un hombre iba conduciendo su coche por las curvas, deseoso de llegar a casa y reencontrarse con su familia después de un largo día de trabajo.
Antes de coger una de las curvas vio a una joven autoestopista, una chica rubia, pálida y demacrada, con un largo vestido blanco manchado de barro y desgarrado, mojada por la lluvia. Al verla así, frenó y se ofreció a llevarla al pueblo más cercano donde podría asearse y llamar a quien pudiera llevarla a casa. La chica se negó a subir en el asiento del copiloto, sentándose en uno de los asientos traseros
Durante el trayecto fueron hablando de trivialidades, cuando, poco antes de unas curvas la joven le advirtió que debía reducir la velocidad hasta ir a paso de peatón. El hombre, desconcertado, pregunta por qué debería reducirla tanto.
-Porque hace años, en una noche como esta, al coger esa curva me maté yo.
El hombre, totalmente asustado se giró para mirarla pero ya no está, en el lugar donde ella había estado se encontró con el asiento mojado por sus ropas y el suelo del coche manchado de barro.
A la mañana siguiente llamaron a su esposa para que identificara el cadáver de un hombre que se había estrellado esa noche en una de las curvas de Garraf. Su marido.
Cuentan que en las noches de lluvia la chica se aparece para advertir a los conductores y prevenir accidentes, y quien comete el error de asustarse y no obedecer, muere en un trágico accidente de coche.
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