Hola, me llamo Núria.
Hace tres meses perdí a mi hermana pequeña Sarah en un accidente de coche, desde entonces cada día recordaba su precioso pelo negro como el azabache, largo y liso, sus ojos azul cielo y su sonrisa. Hace tiempo que no lo hago, cada mañana voy a su tumba a llevarle un ramo de rosas y pedirle que regrese a mi lado.
Hace dos días me quedé sola en casa, eran las doce de la noche cuando llamaron a la puerta. No esperaba ninguna visita, pero aún así fui a ver quien era. Abrí la puerta y casi me muero de la impresión. Allí, parada frente a mi estaba mi hermana Sarah, demacrada y blanca, pero viva al fin y al cabo. Mis plegarias habían sido respondidas, mi hermana volvía a estar a mi lado al fin. Con los ojos llenos de lágrimas me lancé a abrazarla, desesperada. Con un gesto de la mano me paró en seco.
-No se te ocurra tocarme, no me preguntes nada. He vuelto porque me lo has pedido, ahora deberás seguir mis reglas.
Me resultó extraño, pero dado que había conseguido que Sarah regresara nada importaba. Entró en casa y se sentó en su sillón favorito.
-Tráeme una bola de lana y unas agujas de hacer punto.- Ordenó.
Se las di y ella empezó a tejer, al principio lentamente y después de forma más frenética. Con autentico pánico vi como empezaban a despendérsele trozos e piel de la cara, pedazos de carne de su pálida mejilla.
Así contemplé durante horas ella tejiendo y yo observando como lo hacía mientras se consumía. Al fin, harta de ver aquella macabra escena y con los nervios crispados por el sonido de las agujas al tejer que era lo único que se había oído desde que llegó, a parte del tick-tack del reloj, me lancé sobre ella para quitarle las agujas de las manos....
A las nueve de la mañana entró en casa la señora de la limpieza, sé que nunca olvidará lo que vio aquel día con total certeza. En el suelo, en medio de un enorme charco de sangre estaba mi cuerpo, con el cuello atravesado por dos agujas de tejer, y en el sillón el cadáver putrefacto de mi hermana Sarah, sentado con lo que parecía ser una manta de lana llena de sangre.
Muchas personas pensaron que no había aguantado el dolor de perderla y que, después de desenterrarla, me había suicidado para poder estar con ella para siempre.
Ahora sabéis lo que pasó.
Núria.
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